Voy a ser breve… vale, no es verdad. Hace casi nueve años vine a Madrid con un sólo objetivo: estudiar mi máster de un año en periodismo económico y volver a casa, con mi familia feliz, mi trabajo feliz, mis amigos felices, mi vida feliz y mi maravilloso novio. Pero ocurrió algo que no estaba previsto.
Mi increíble jefe (que sin saberlo, se convirtió en una de las personas más importantes de mi vida) quiso contratarme. Por supuesto no estaba segura, pero me convenció con las siguientes palabras: «vas a tener un año de experiencia laboral, prueba un año y si no te gusta vuelves a casa». La decisión no fue fácil (recordad, mi familia feliz, mi perrito, mi novio, mi trabajo). No estaba en mis planes. Pero pensé: «un año más y listo». Sin embargo, no fue un año más, han pasado casi nueve años y en medio muchas cosas.
Sí, mi novio y yo lo dejamos, sigue siendo igual de maravilloso, solo que ya no es mi novio. Ese «segundo año de prueba» fue importante, aunque tardé en darme en cuenta. Yo no tuve un amor a «primera vista» con Madrid, me conquistó poco a poco, sorprendiéndome, regalándome buenos amigos, compañeros de trabajo, de piso…. hasta que lo consiguió: enamorarme totalmente.
Sí, ese segundo año me enamoré de Madrid. Vivo enamorada de España en general, de mis amigos en particular. Vale, también me enamoré de dos sapos madrileños (y esto no es una ofensa porque si os fijáis bien, los batracios son unos animalitos…. como cuaquier otro) pero esa es otra historia de la que no vamos a hablar ;-). Y digo «tardé en darme cuenta» porque durante muchos años repetía constantemente, cada vez que iba a Perú: «voy a mi casa» Hasta que un día, aterrizando en Madrid, se me escapó sin darme cuenta un «de vuelta a casa». Y lo ví, mis amigos felices también están en Madrid, mi trabajo feliz, gente a la que quiero.
Vine a vivir sola, pero nunca estuve sola. Siempre tuve a lado amigos maravillosos, compañeras de piso que se convertirían en una familia, compañeros de trabajo increíbles. Aunque mi familia, a la que adoro, está lejos, aprendí a vivir con ellos en el corazón. Los tengo lejos y a la vez tan cerca. Amo tanto a España como amo a Perú. Eso ya lo sabíais. Pero lo que no sabíais es que legalmente también soy dos mitades en una… ¿Una sirena? No… hoy simplemente soy feliz 🙂