El tema tributario está desatando además de una comprensible polémica un justificado temor. La capacidad adquisitiva de la población se ha visto ya muy tocada por la crisis. Las familias españolas se encuentran entre las más endeudadas de la zona euro y, según la consultora R.R. de Acuña y Asociados, el crédito a los hogares representa casi el 81% del PIB. No contentos con eso ahora los hogares sufrirán una nueva embestida: la subida de impuestos.
Pero más alla de la lógica pasional que pueda desatar medidas como esta -en una situación como actual-, la aplicabilidad, es decir, el momento oportuno y el coste-beneficio de esta iniciativa es fundamental para justificarla.
Y eso es algo con lo que el gobierno no cuenta. Ni está en el momento (ningún país, ni siquiera Estados Unidos con su superdéficit, se ha atrevido en estos momentos a sacar el tema a colación), ni se ha mostrado el beneficio. Las únicas cifras con las que contamos son que las medidas suponen un aumento del 1,5% del PIB que significan alrededor de 16.000 millones de euros de ingresos «frescos». Y ya, eso es todo. Pero el beneficio nadie lo tiene claro, ni el propio gobierno.
Bueno sí, tiene un efecto en el déficit. Sí, ese que se forjaba mucho antes de que estallara la crisis y que puede llegar a situarse, a finales de 2009, por encima del 10%, según las últimas previsiones. En todo caso, para que una medida pueda tener éxito necesita credibilidad. Y esta medida ni siquiera ha visto la luz y no la tiene.
[Escrito para Finanzae]
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